Esta semana empiezo de nuevo mis clases de danza, y la verdad es que, aunque en el fondo me moría de ganas, he estado a punto de no retomarlas. Y es que salir de tu zona de confort no siempre es fácil, pero siempre merece la pena. ¿Os cuento por qué?
Ya sabéis que suelo apuntarme a casi cualquier plan cuando se trata de mover el cuerpo: una clase nueva de bodycombat o bodyattack en el gimnasio, salir a correr con amigas, una excursión por el campo con David y los perros... creo que incluso me apuntaría a probar el paintball por descargar adrenalina y ver si soy capaz de controlar mi ansiedad en esas actividades en las que tienes que enfrentarte a otro u otros jugadores (se me da mejor retarme a mí misma que pelear con otros).
Pero también es verdad que muchas veces dar el primer paso para hacer esas cosas nuevas me cuesta. Esa sensación de estar en un terreno que no conoces o haciendo cosas que no dominas es algo que no me gusta mucho. Y eso que la vergüenza la perdí hace tiempo...
El caso es que, después de haber probado eso de salir de mi zona de confort en diferentes aspectos de mi vida, ya sea a nivel personal como profesional, puedo decir que no hay nada mejor para crecer, mejorar y conseguir una mayor autoestima. Porque hay varias cosas que salir de tu zona de confort puede hacer por ti:
Atreverte a hacer cosas nuevas o que no controlas te obliga a concentrarte, a poner más de tu parte. Es una forma más de mindfulness, que siempre viene bien. Te hace dejar de estar en modo piloto automático y ser más consciente de cada paso que das o cada tarea que haces. El ejemplo más claro es con la danza, pues debes estar muy atento para memorizar y ejecutar cada paso de una coreografía, pero también se da cuando cocinas un plato nuevo, o cuando haces una tarea administrativa o informática nueva. La concentración se hace imprescindible.
También hace que descubras cosas de ti. Puede que te des cuenta de que te encanta descargar adrenalina en un nuevo deporte, o que se te da bien hablar en público, o que tienes buena mano con los niños, y hasta ahora no lo sabías. Nuevas facetas de tu personalidad salen a la luz, y eso es muy enriquecedor.
Es una manera de abrir nuevos horizontes. Salir de tu zona de confort a lo mejor es apuntarte a una excursión con un grupo de personas que no conoces, y lo mismo de esa manera entablas una amistad con gente que no tiene nada que ver con la que sueles relacionarte pero que te aporta mucho. O puede que sea cambiar tu tarde de domingo en casa por ir a un concierto de un estilo de música que nunca escuchas y se convierte en una actividad que estas deseando repetir. Conocer nuevas opiniones, perspectivas y hasta expresiones culturales siempre es algo positivo.
Te hace ganar confianza en ti mismo. Siempre se ha dicho que la necesidad agudiza el ingenio. ¿No os ha pasado que cuando estáis de viaje en el extranjero y no os queda más remedio que hablar en otro idioma lo hacéis sin la vergüenza que nos suele dar usarlo en nuestro país? ¿Y que os sentís genial cuando os hacéis entender?
Es el trampolín para seguir avanzando y creciendo. Una vez que te has demostrado a ti mismo que puedes hacer eso que te costaba, ves las siguientes metas más factibles. Te pones menos excusas para seguir mejorando, porque todo se consigue paso a paso y ya has dado el primero o los primeros.
¿Cuál va a ser vuestro próximo movimiento para salir de vuestra zona de confort? ¿A qué os vais a atrever?
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